Alfonsina Storni ( Poesía )

Alfonsina Storni (1892​​​​-1938)
 

Alma desnuda


Soy un alma desnuda en estos versos, 
Alma desnuda que angustiada y sola 
Va dejando sus pétalos dispersos. 

Alma que puede ser una amapola, 
Que puede ser un lirio, una violeta, 
Un peñasco, una selva y una ola. 

Alma que como el viento vaga inquieta 
Y ruge cuando está sobre los mares, 
Y duerme dulcemente en una grieta. 

Alma que adora sobre sus altares, 
Dioses que no se bajan a cegarla; 
Alma que no conoce valladares. 

Alma que fuera fácil dominarla 
Con sólo un corazón que se partiera 
Para en su sangre cálida regarla. 

Alma que cuando está en la primavera 
Dice al invierno que demora: vuelve, 
Caiga tu nieve sobre la pradera. 

Alma que cuando nieva se disuelve 
En tristezas, clamando por las rosas 
con que la primavera nos envuelve. 

Alma que a ratos suelta mariposas 
A campo abierto, sin fijar distancia, 
Y les dice: libad sobre las cosas. 

Alma que ha de morir de una fragancia 
De un suspiro, de un verso en que se ruega, 
Sin perder, a poderlo, su elegancia. 

Alma que nada sabe y todo niega 
Y negando lo bueno el bien propicia 
Porque es negando como más se entrega. 

Alma que suele haber como delicia 
Palpar las almas, despreciar la huella, 
Y sentir en la mano una caricia. 

Alma que siempre disconforme de ella, 
Como los vientos vaga, corre y gira; 
Alma que sangra y sin cesar delira 
Por ser el buque en marcha de la estrella.


Razones y paisajes de amor

AMOR 

Baja del cielo la endiablada punta 
Con que carne mortal hieres y engañas. 
Untada viene de divinas mañas 
y cielo y tierra su veneno junta. 

La sangre de hombre que en la herida apunta 
florece en selvas: sus crecidas cañas 
de sombras de oro, hienden las entrañas 
del cielo prieto, y su ascender pregunta. 

En su vano aguardar de la respuesta 
las cañas doblan la empinada testa. 
Flamea el cielo sus azules gasas. 

Vientos negros, detrás de los cristales 
de las estrellas, mueven grandes masas 
de mundos muertos, por sus arrabales. 

II 
OBRA DE AMOR 

Rosas y lirios ves en el espino; 
juegas a ser: te cabe en una mano, 
esmeralda pequeña, el océano; 
hablas sin lengua, enredas el destino. 

Plantas la testa en el azul divino 
y antípodas, tus pies, en el lejano 
revés del mundo; y te haces soberano, 
y desatas al sol de tu camino. 

Miras el horizonte y tu mirada 
hace nacer en noche la alborada; 
sueñas y crean hueso tus ficciones. 

Muda la mano que te alzaba en vuelo, 
y a tus pies cae, cristal roto, el cielo, 
y polvo y sombra levan sus talones. 

III 
PAISAJE DE AMOR MUERTO 

Ya te hundes, sol; mis aguas se coloran 
de llamaradas por morir; ya cae 
mi corazón desenhebrado, y trae, 
la noche, filos que en el viento lloran. 

Ya en opacas orillas se avizoran 
manadas negras; ya mi lengua atrae 
betún de muerte; y ya no se distrae 
de mí, la espina; y sombras me devoran. 

Pellejo muerto, el sol, se tumba al cabo 
Como un perro girando sobre el rabo, 
la tierra se echa a descansar, cansada. 

Mano huesosa apaga los luceros: 
Chirrían, pedregosos sus senderos, 
con la pupila negra y descarnada.



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